TROTONES: Senda Costera: Ribadesella

Nuestra aventura de hoy, primero de marzo, comienza realmente en la tarde de ayer veintiocho de febrero con la información y posterior análisis del tiempo previsto. Nos toca costera, y nos toca Ribadesella-Lastres. No nos arredramos, y con un paraguas plegable como única arma defensiva y con disposición favorable, actitud positiva y contumacia obsesiva, como armas ofensivas, nos empeñamos en una ruta que se prevé larga, embarrada y pasada por agua.

La tierra, con un mínimo motivo de reflejo, brilla con los colores del cielo; pues bien, sería difícil no brillar al menos en gris un día como el de hoy, cuando estamos viendo que los nubarrones se perfilan como negros demonios sobre nuestras cabezas.

Así iniciamos esta marcha por Ribadesella en triste gris a las diez de la mañana, nada que ver con nuestro recuerdo de imagen colorida de la villa en periodo estival. Al menos, de momento, no llueve.

Cruzamos su puente fijándonos en la estructura de proa de buque que sirve de escenario anual de la entrega de premios del Internacional Descenso del Sella. Y justo enfrente, más al fondo, la entrada a la Cueva Paleolítica de Tito Bustillo, abierta de 1 de abril a 8 de setiembre, y la Cuevona de Ardines, justo al lado, “visitable” todo el año.

La playa de Santa Marina y su paseo marítimo se hacen cortos contemplando de un lado los preciosos palacios y chalets de la zona y del otro la salida al mar. Vigilante desde el Mirador: la Ermita de la Guía.

El final de la playa conecta a la dcha. con una ruta cicloturista que no dudamos en acometer, pues es más costera. Nos conduce al faro de Ribadesella y su vértice geodésico (109 m.). Hacia el sur vemos Tereñes, y en el horizonte el Mofrechu (900 m.) y la Sierra de Cuana (790 m.), separados por el Collado de Escapa (658 m.).

Bordeando el Pedrero de Tereñes accedemos a Abéo, comienzo de una casi permanente comunión entre nuestra pretendida ruta costera y el señalizado y transitado Camino de Santiago. Una de sus señas de identidad, la concha, en forma de azulejos, grabados e incrustaciones en el asfalto, nos acompañarán el resto del día.

El pueblo de Vega, agricultor y ganadero, nos sorprende con un peculiar empedrado de sus callejuelas y la preparación y cuidado de sus casas y hórreos. La playa de Vega o Berbes es un monumento natural cuya visita en verano se nos antoja imprescindible.

Tras cruzar Berbes salimos a la carretera durante aprox. un kilómetro para enseguida volver por la derecha hacia la playa de Arenal de Morís. La lluvia comenzaba a arreciar.

Quedan atrás la Punta de la Atalaya, La Beciella y la playa de Moracey, que nos acercan a Espasa y su notable playa.

Ya nos vamos acercando a la Isla por carretera (N-632), aunque Lastres nos parece aun muy lejano. Enseguida nuevamente nos desviamos a la dcha. para, continuando por la costa, sortear Colunga.

A la altura de Huerres y Punta Peñote, los acantilados impresionan.

Y así, poco a poco, paso a paso, nos hallamos a dos zancadas de uno de los monumentos del jurásico superior de Asturias: un yacimiento de icnitas, huellas de dinosaurios de hace más de 150 mill. de años, es la playa de la Griega. Observamos y fotografiamos huellas de pisada o icnitas de un grupo de dinosaurios cuadrúpedos y vegetarianos, saurópodos, algunas de ellas corresponden a las mayores del jurásico a nivel mundial. Otras corresponden a huellas tridáctiles, que pertenecen a dinosaurios bípedos y carnívoros, denominados terópodos. Si te paras a reflexionar, impone.

Al fin, con increíble satisfacción, pisamos Lastres.

De esta excursión muy poco que lamentar: quizás el “orbayu” pertinaz que a partir de mediodía nos acompañaría en todo el trayecto. Pero más lamentable aun que el hecho de que con el mal tiempo y consiguiente falta de luz para la práctica fotográfica con lo que ello conlleva, es que no sea posible prácticamente la exposición de al menos 100 de las 300 fotos sacadas, por sus vistas de acantilados, extensas playas, hermosos parajes y contrastes muy diversos.

En fin, una ruta de verdad costera.